viernes, 4 de junio de 2010

NADA



De repente, me vino en el aire esa sensación que da leer un libro de Cortázar.

No es la misma que te da Borges o Artl. Son tres distintas, la siempre gracia de su origen argentino común.

Me distraje con el secador de pelo de la muchacha de enfrente que muy inocentemente (o no) se cambiaba con postigo abierto y secaba su extensa cabellera marrón. Por mi cabeza pasaron muchos sentimientos distintos pero decidí dejarlos allí, ponerme el sweater y entrar a la casa.
La nuestra era una casa de esas que son frías en verano y cálidas en invierno. Siempre muy llenas de vida. A mí medio que me incomodaba esta situación, ya que a la hora del rocío nocturno la casa estaba fría y tenía que ponerme mi sweater blanco de lana para entrar.
Con tranquilidad tome mi anotador, ese de la foto de Buenos Aires en la tapa y volví a salir.
Me disponía a tomar nota de algunas ideas fugaces de las que se vuelan con cualquier sonido y que inoportunamente pasan por allí, cuando algo llamó mi atención.
El cartel que daba nombre a la casa, apoya do en el portón de madera principal de la entrada al parque que antecede a la casa y te lisonjea con sus dibujos antes de ingresar por la puerta de a la misma, había desaparecido.
Yo miraba perplejo la súbita vaporación del enorme trozo de quebracho al tiempo que vi entrar a mi querida prima. La salude, ella llego hasta donde yo estaba y tomo mi libro. Sin permiso ni miedo, lo abrió y lo dejo desprolijamente sobre la mesa. No me atreví a decirle nada y terminamos hablando de trivialidades como era normal.
Mientras hablábamos pensaba:(Supongo de cualquier manera que no decía nada importante un cartel nada más)sin embargo, la intriga de qué decía la madera sobre el portón fue más fuerte y le pregunte si había notado que no teníamos cartel sobre el portón, ella se limito a mirarme anonadada y dijo que no se había percatado. Al rato, mire sobre mi hombro (yo estaba de espaldas al jardín) y tampoco la hermosa obra de madera tallada estaba allí. Ahora que me fijaba que no había ningún portón tampoco, me quede afligido, cualquiera podría entrar. (Como no se nos ocurrió antes comprar un portón...tal vez uno de madera, mejor si estaba tallada. Son más agradables a la vista.)
No sé porque pero tampoco me sorprendí mucho cuando vi a mi prima un poco como decir...Traslucida. Y así, lentamente cada hoja de pasto cada estoma de cada planta fue desapareciendo lentamente. Deje todo lo que estaba haciendo y coloque mi silla de cara al jardín para observar mejor la transparencia que asechaba mi casa; mi prima parada al lado mío se desvaneció casi inmediatamente. (Que raro que no me haya venido a visitar mi prima…me gustaría tomarme unos mates y hablar de algo)
A la nada le tomo un tiempo liquidar a la enorme y cuadrada abelia donde yo solía esconderme de chico y traía tantos buenos momentos, esta quedo como flotando en el aire, si se le podía llamar aire a esto, unos 3 o 4 minutos.
La total supresión de lo que merodeaba tardo más o menos media hora en llegar a mi casa, se ve que la consistencia (típica del vacío) le aletargaba. En este tiempo, se comió la parte delantera del jardín, el hormiguero bajo el tocón de pino que me estaba sirviendo como apoya pies y que casualmente se utilizaba para apoyar la pava caliente del mate cuando venían visitas. (Hace mucho que no venia nadie a visitarme, lo atribuí a que no teníamos jardín, ni primas.)
Con todo esto empecé a pensar que tal vez ésta translucidez también viniera desde debajo de la tierra. Seguí con los pies apoyados en el tronco hasta que inevitablemente no los vi más.
De rodillas, fui hasta la casa, cerré la puerta con llave tras de mí. (Me debo haber olvidado las muletas en algún lado, esto de arrastrarse no es muy recomendable, te saca ampollas en las rodillas!)
Tal vez como con la abelia, la nada, tardaría un poco más en traspasar a la casa y alcanzarme a mí. Supongo que fue un tonto razonamiento, los vidrios de las ventanas eran transparentes y se confabulaban con ella y la dejaron pasar, así que a pesar del esfuerzo empezó a colarse por debajo de las puertas, por las cañerías, a través de las ventanas traidoras, ya no sabía que era lo que había afuera ni lo que estaba entrando ni donde estaba yo en ese momento. Por último llego a mí, lentamente tomo lo que me quedaban de piernas mis brazos mi torso, mis manos, mi car..


Las cosas desaparecen cuando te olvidas de ellas. Esa misma tarde le recetaron amnesia total a mi primo.

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